La historia de México, desde la consumación de su Independencia, a lo largo del siglo XIX y hasta 1916, se caracterizó por la intervención de potencias extranjeras -España, Estados Unidos, Inglaterra y Francia.
Las intervenciones o injerencias extranjeras tuvieron diversas manifestaciones que fueron desde la intriga política, las presiones diplomáticas y económicas, hasta la intervención armada para anexarse territorio como fue el caso de la intervención estadounidense 1846-1848; o para imponer un monarca como pretendió hacerlo la intervención francesa con Maximiliano 1862-1867. En el combate a las intervenciones extranjeras México defendió su soberanía y reafirmó su independencia. Lo hizo a través de las armas pero también de la tenaz oposición del pueblo mexicano mediante la resistencia popular y la acción política de sus gobernantes. En la historia de esos años hubo derrotas y triunfos, traiciones y divisiones, pero tambien se escribieron entonces páginas heroicas que forjaron la nación.
México frente a las intervenciones extranjeras
La historia de México en el siglo XIX y principios del XX giró, en buena medida, en torno a la lucha por defenderse la soberanía nacional en contra de potencias extranjeras intervencionistas.
El nacimiento de México como un estado nacional débil y en proceso de formación coincidió, desafortunadamente, con el proceso de expansión marítima y comercial por todo el mundo de potencias como Estados Unidos, Inglaterra y Francia, que exigieron de México una serie de garantías y seguridades sobre las cuales cimentar las relaciones comerciales y diplomáticas; al percatarse de que los mexicanos eran incapaces de ofrecer tales garantías pues estaban en una situación de continuo conflicto interno, debido a que aún tenían que definir su forma de gobierno, dichas potencias, casi siempre a través de sus agentes diplomáticos, tendieron a aprovecharse de la situación, compitiendo entre ellas para obtener ventajas comerciales, territorios o influencia en los asuntos internos del país.
Tal actitud inversionista, en todos sus matices, fue siempre justificada con el argumento de la incapacidad de los mexicanos para gobernarse a sí mismos y para cumplir con sus compromisos y obligaciones con la comunidad internacional, lo que dio a las potencias interventoras una falsa imagen de garantes del derecho internacional y de la civilización occidental, cuando su intervencionismo violaba flagrantemente los principios que decían defender.
Sin embargo, este acoso intervencionista fue un elemento que impulsó la madurez del Estado nacional, al presionar a los mexicanos a definir su forma de gobierno y a ejercerla con responsabilidad. Asimismo, lucha en contra de un enemigo del exterior, hizo surgir en el pueblo la conciencia de sí mismo, de que formaba un ente territorial y político con intereses propios que debían ser defendidos, surgió así una coincidencia de identidad nacional, y con ello, un Estado nacional.
Esta historia de lucha por la soberanía determinó también los principios que regirían la política exterior de México hasta la actualidad: No intervención, Autodeterminación de los pueblos y Solución pacífica de las controversias.
El nacimiento de México como un estado nacional débil y en proceso de formación coincidió, desafortunadamente, con el proceso de expansión marítima y comercial por todo el mundo de potencias como Estados Unidos, Inglaterra y Francia, que exigieron de México una serie de garantías y seguridades sobre las cuales cimentar las relaciones comerciales y diplomáticas; al percatarse de que los mexicanos eran incapaces de ofrecer tales garantías pues estaban en una situación de continuo conflicto interno, debido a que aún tenían que definir su forma de gobierno, dichas potencias, casi siempre a través de sus agentes diplomáticos, tendieron a aprovecharse de la situación, compitiendo entre ellas para obtener ventajas comerciales, territorios o influencia en los asuntos internos del país.
Tal actitud inversionista, en todos sus matices, fue siempre justificada con el argumento de la incapacidad de los mexicanos para gobernarse a sí mismos y para cumplir con sus compromisos y obligaciones con la comunidad internacional, lo que dio a las potencias interventoras una falsa imagen de garantes del derecho internacional y de la civilización occidental, cuando su intervencionismo violaba flagrantemente los principios que decían defender.
Sin embargo, este acoso intervencionista fue un elemento que impulsó la madurez del Estado nacional, al presionar a los mexicanos a definir su forma de gobierno y a ejercerla con responsabilidad. Asimismo, lucha en contra de un enemigo del exterior, hizo surgir en el pueblo la conciencia de sí mismo, de que formaba un ente territorial y político con intereses propios que debían ser defendidos, surgió así una coincidencia de identidad nacional, y con ello, un Estado nacional.
Esta historia de lucha por la soberanía determinó también los principios que regirían la política exterior de México hasta la actualidad: No intervención, Autodeterminación de los pueblos y Solución pacífica de las controversias.
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